10 frases que enamoran

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No sigas leyendo

¿Recuerdas el viejo truco de la psicología inversa, aquella que propugna (entre otras cosas) que si le dices a alguien que no piense en el color rojo, pensará en dicho color? Acabo de usar dicho truco porque quiero hablarte del principio de cualquier novela poniendo uno que te empuje a continuar. Así que, no sigas leyendo… salvo que quieras enamorarte.

Ya que este blog prácticamente acaba de nacer qué puede ser mejor que hablarte del «incipit«, es decir, de comienzos. En este caso, del comienzo de una novela (otro día tal vez hablemos de comienzos de relatos). Se trata de una frase o un párrafo que te atrapa desde el principio y no te queda más remedio que seguir leyendo. Son unas pocas palabras que te agarran con fuerza y ya no te dejan escapar hasta el último renglón de la obra. Y yo, como todo el mundo, tengo mis favoritos.

¿Que cuáles son mis comienzos favoritos? 
Los expongo a continuación (y no necesariamente en orden de preferencia):

1.- «Nací cuando mis padres ya no se querían«. Paraíso inhabitado, Ana María Matute.
 Demoledor. ¿No me digas que no te quedas con ganas de saber más? Con tan corta frase, «la Matute» (como yo la llamo cariñosamente) te llena la cabeza de interrogantes que estás deseando desvelar: ¿Por qué no se querían los padres? ¿Cómo afectó eso a la vida de la protagonista? ¿Por qué tuvieron una hija si no se querían? ¿Cuándo dejaron de quererse?…

2.- «Filomeno Cuevas, criollo ranchero, había dispuesto para aquella noche armar a sus peonadas con los fusiles ocultos en un manigual, y las glebas de indios, en difusas líneas, avanzaban por los esteros del Ticomaipú«. Tirano Banderas, Ramón del Valle-Inclán.

Fusiles, nocturnidad, difusas líneas… Sin duda, algo gordo va a pasar y yo, desde luego, no pienso perdérmelo. Así es como nuestro genial gallego consigue engancharnos desde el principio a su estupenda obra, Tirano Banderas.

3.- «En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor«. Sobra decir que hablamos del Don Quijote de la Mancha de nuestro universal Miguel de Cervantes Saavedra.

Ese halo de misterio creado al no definir el lugar de la Mancha al que se refiere, y esas imágenes tan vivas y genuinas de la lanza, la adarga, el rocín y el galgo, ¿no te empuja a seguir leyendo? ¿No te pica ni un poquito la curiosidad sobre quién era el tal hidalgo al que se refiere ese comienzo? ¿No se adivina, no se vislumbra, no se presiente acaso, en esas pocas letras (muy mágicas, por cierto), la genialidad de lo que vendrá a continuación? Por mi señora Dulcinea, que no hay más que una respuesta posible a esta pregunta que acabo de formular a vuesas mercedes… 😉

4.- «Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre«. Pedro Páramo, Juan Rulfo.
Madre mía, qué frase tan contundente. ¿Y quién se lo dijo? ¿Y a qué fue a buscarlo? ¿Qué quería o qué esperaba de él? ¿Lo encontrará? ¿Cómo reaccionarán ambos si se encuentran? Lo siento, pero no puedo parar, tengo que seguir leyendo este libro. Con ese comienzo, es inevitable. Por cierto, eso lo sabía muy bien Antonio Muñoz Molina que escribió un incipit muy parecido al de Rulfo para su magnífica Beltenebros (y eso, lo de la intertextualidad, es decir, basarse en otros escritos anteriores, es muy bueno para la literatura).
5.- «Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo«. Cien años de soledad, Gabriel García Márquez.
Sí, lo sé, es un clasicazo entre los incipits preferidos de cualquier lector, pero no puedo evitarlo. El tipo está frente a un pelotón que lo va a fusilar ¿y sólo se le ocurre pensar en el día que conoció el hielo? Y, además, ¿por qué van a fusilarlo? ¿Qué mierda ha hecho? ¿Pasará algo que evite su muerte inmediata? Y, ya de paso, ¿qué sintió al conocer el hielo? ¿Lo llegó a tocar o sólo lo vio de lejos? ¿Y su padre? ¿Vive aún y es testigo impotente del fusilamiento? Por favor, don Gabriel, no se pare en esa frase, siga escribiendo y acabe Cien años de soledad pronto, que quiero leerlo cuanto antes.

6.- «Cuando vio aparecer a la india en la puerta de la choza, Lituma adivinó lo que la mujer iba a decir«. Lituma en los Andes, Mario Vargas Llosa.

Reconozco que leyendo a semejantes escritores no es difícil encontrarse con sugerentes comienzos, inspiradores de preguntas y curiosidades que te obligan a seguir leyendo. ¿O no te empuja esta frase a leer más?

Empecé la parte hispanoaméricana de recopilación de comienzos emblemáticos (para mí) con una escritora y, antes de irme a otras latitudes, termino con otra (reconozco que hay pocas mujeres en este listado):

7.- «Iban por los caminos del oeste sin prisa y sin rumbo obligatorio, cambiando la ruta de acuerdo al capricho de un instante, al signo premonitorio de una bandada de pájaros, a la tentación de un nombre desconocido«. El plan infinito, Isabel Allende.

Aventura. Eso es lo primero que se conjura en mi mente, como una promesa inaplazable, al leer esta frase de la Allende. Incluso aventuras, en plural. Y también ese toque romántico y envidiable de vivir así, a lo loco, sin un plan establecido, pero con un plan infinito, dejándote guiar por la intuición, como parece que hacen los protagonistas de este libro…

8.- «Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, encontróse en su cama convertido en un monstruoso insecto«. La metamorfosis, Franz Kafka.

Otro clasicazo de los inicios sugerentes que te atrapan y no te sueltan hasta el final. Pero no por ser demasiado clásico iba a dejar de ponerlo. Me gusta. Qué le vamos a hacer. Es que es una situación que a poco que empatices con el protagonista, tienes que seguir leyendo para saber qué pasa a continuación, y a continuación, y a continuación…


9.- «Era un día luminoso y frío de abril y los relojes daban las trece«. 1984, George Orwell.
Tal vez sea por la referencia al número trece, adalid de la mala suerte y las desgracias a ella asociadas, pero cuando leí esta frase no pude evitar pensar que algo chungo iba a pasar enseguida. Al menos yo, no pude dejar de leer.

10.- «Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia, qué hacían mis padres antes de tenerme a mí, y demás puñetas estilo David Copperfield, pero no tengo ganas de contarles nada de eso«. El guardián entre el centeno, J.D. Salinger.

¿De verdad no te enamorarías de un libro que comienza así? ¿De un libro que promete contarte lo que quieres saber y de inmediato te lo niega? ¿No funcionan acaso así los mecanismos más ocultos del amor? (Buf, eso sería otro tema para otro blog menos literario… o quizás para uno más literario que éste). Con comienzos como este no es difícil leerse obras maestras como esta.

Y estos son las diez frases que ayudaron a que me enamorase un poco más de la lectura (y cómo no, de la escritura)… espero que a ti también te gusten. Y que nos cuentes tus favoritos en los comentarios del blog o en redes sociales:

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Un saludo y hasta pronto.

 

 

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