Sabotaje – Arturo Pérez-Reverte
Sabotaje
Arturo Pérez-Reverte
RESEÑA
―(…) el mundo se va a la mierda.
―Nunca salió de ella ―dijo Falcó―. Aunque de vez en cuando se nos olvida.
Traigo hoy a colación la reseña de otra novela de Pérez-Reverte, la tercera de la trilogía Falcó: Sabotaje. Con ella, nuestro querido autor, culmina ―ojalá no, qué putada tan hermosa, pero putada a fin de cuentas― la serie de aventuras que se había propuesto sobre este personaje, tan entrañable por lo cabrón como por lo hábil. Efectivamente, Lorenzo es un espía español que ejerce en la época de la Guerra Civil Española y que, como ya sabrán ustedes, tiene que resolver las misiones que su jefe, el Jabalí, le ordena en conversaciones tan inteligentes como divertidas y gozosas. Y es que, sí, lo reconozco: me lo paso pipa leyéndolo porque el protagonista tiene esa ironía y esa capacidad de sarcasmo que convierte muchos de los diálogos escondidos entre las páginas del libro en sublimes.
A lo largo del texto vamos a ir descubriendo, por si no lo conocíamos aún, a un espía canalla, tan profesional como desalmado y, por supuesto, mujeriego como él solo. Como encima don Arturo nos lo ha pintado bien guapo, las vuelve locas a todas y consigue, para colmo, hacerlo coincidir durante la trama con personajes tan ilustres como, sin ir más lejos, la Marlene Dietricht, así, directamente, con su nombre y su apellido y toda su parafernalia de actriz rodeada de su cohorte de admiradores y serviles lacayos. Si consigue algo con ella o no ―me refiero a más allá de conversar― y hasta qué grado lo dejo en manos del lector, que lo descubrirá con la lectura de la novela. Ah, lo siento, pero no quiero destripar. Lo que sí podréis comprobar más abajo, al final de esta reseña, es el aspecto físico del protagonista de la novela, gracias a una FOTO proporcionada por el mismísimo autor. Pero antes seguid leyendo, porque lo que sí que encontraréis en el libro serán palabras que describen la capacidad seductora de Lorenzo Falcó, como estas que aquí cito extraídas de diversos capítulos del mismo:
«Para ti sólo hay dos clases de mujeres: las que te llevas a la cama y las que te puedes llevar. Con tu sonrisa de rufián latino las haces sentirse princesas o actrices de cine, cuando en realidad sólo te interesan de cintura para abajo.
―(…) También me interesan de cintura para arriba.
―Sí, hasta los pechos… Anda, vete al carallo»
(…)
«A mí nadie me haría caso, como te digo. Cositas de maricones. Y ésa es mala papeleta en esta nueva España tan viril y tan de machos… Tú, sin embargo, follas de marquesa para arriba. Eres una estrella del espionaje patrio y ojito derecho del Jabalí. Te basta con sonreír para que a todos se les haga el culo agua de limón».
Y es que ha sido para mí un deleite leer Sabotaje. Siempre hablo, cuando reseño a don Arturo, de mi admiración por su escritura, pues no quisiera llevar a nadie a engaño. Quizás mis análisis de sus obras pequen de subjetividad y deseo que mis lectores y seguidores sean conscientes de ello para que puedan separar el grano de la paja y formarse una opinión propia más ajustada al gusto de cada cual. Pero todo eso no me impide seguir alabando una obra como la que nos ocupa hoy, en la que Pérez-Reverte nos mete en las calles del París de finales de los treinta y nos hace vivirlo como si estuviéramos allí. Su dominio del plano parisino de aquella época, respetando los nombres que las calles tuvieron entonces y las ubicaciones de las casas de los personajes reales que en ella salen, como don Pablo Picasso, es soberbio y te permite recorrerlo bajo la lluvia, envuelto en una cálida gabardina que te envuelve y aísla del frescor de Paris la nuit. No puedo evitar citar varios fragmentos de lo que os cuento ―quizás incluyan un homenaje del autor a un buen amigo suyo, a costa de un torero de la época, no lo sé con certeza, solo lo intuyo―:
«Fue Falcó hasta la mesa, llenó medio vaso -no muy limpio- y se lo llevó a la boca. Era un buen vermut, cuyo sabor recordaba mostradores de mármol manchados de vino y carteles de toros anunciando a Joselito y Belmonte. Estaba junto a la ventana, y aprovechó para echar un vistazo a los tejados próximos. Desde que diez minutos antes había entrado en el estudio de la rue des Grands-Augustins, no hacía otra cosa que reconocer el terreno. Explorar el campo de batalla»
(…)
«Lloviznaba con suavidad sobre el asfalto reluciente. En la esquina de la rue de Rennes, tras un par de idas y venidas para asegurarse de que nadie lo seguía, tomó un taxi hacia la gare Montparnasse. El trayecto era corto y oyó gruñir al taxista, pero le cerró la boca con una buena propina. Bajó del automóvil y anduvo entre la gente hasta llegar a la consigna, donde dejó la maleta. Salió con el resguardo en el bolsillo, recorrió parte del bulevar hasta más allá de La Rotonde y volvió después sobre sus pasos, atento a los rostros que encontraba. Entró en el café sacudiéndose el agua de gabardina y sombrero, pidió un vermut con ginebra y estuvo un rato vigilando la puerta y la calle. Cuando estuvo satisfecho salió y tomó otro taxi.»
(…)
«De cualquier modo, concluyó, establecer todo eso no era asunto suyo. No estaba allí para juzgar. No era crítico ni galerista, sino agente secreto, espía y también asesino, cuando se terciaba. Lo que lo había llevado hasta ese lugar no era opinar sobre calidades artísticas o realismo pictórico, cubismo y modernidad. El arte le importaba un carajo. No eran sus pastos. Así que dejó caer el cigarrillo al suelo, aplastándolo con el zapato, dejó de mirar el cuadro y se ocupó de su misión».
Y es que no desvelo nada ni destripo la novela si cuento que uno de los objetivos de Lorenzo Falcó en Sabotaje es Pablo Picasso y su Guernica; ya lo adelanta la propia editorial en la publicidad que más abajo recojo. Sí debo, sin embargo, revelar y compartir aquí el regocijo que me produce don Arturo cuando mete a personajes reales en sus novelas y lo que disfruto con los dimes y diretes entre ellos y sus ficticios héroes. Ya he comentado antes que Marlene Dietrich recorre las páginas de esta novela, pero también lo hace el mencionado pintor malagueño y, mientras lo leo, no puedo evitar acordarme, por ejemplo, de don Francisco de Quevedo en las páginas de Alatriste y pensar, así, en la grandeza que supone poder introducir con naturalidad a tan ilustres figuras. A continuación os dejo un fragmento de un viaje en tren que tiene que hacer Falcó para llegar a su destino. Observad con atención para cómo Pérez-Reverte es capaz de utilizarlo para meternos de cabeza en la vida y mundo de un espía de la época. ¿No es memorable?:
«Los trenes, pensó Falcó, con su ambiente promiscuo y móvil, eran buen lugar de caza, pero también facilitaban el ser cazado. Para un oficio turbio como el suyo, conservar en ellos la salud tenía sus reglas. Exigía un continuo estado de alerta; un ojo avizor y despierto. Eran muchas las cosas desagradables que podían ocurrir entre estación y estación, en la oscuridad repentina de los túneles o en la soledad nocturna de un pasillo. También, naturalmente, las que uno mismo podía ejecutar contra otros. De cualquier modo, operar en los trenes no se improvisaba; eran necesarios un adiestramiento y una técnica: un conocimiento detallado de los horarios, recorridos y estaciones, del tiempo de parada o el de trayecto entre cada punto, de la composición del convoy, de la idiosincrasia de los empleados de ferrocarriles, de las costumbres y rutinas de los viajeros. De los inconvenientes y las ventajas».
Ah, pero lo mejor no es solamente los personajes reales que aparecen en la novela ―que también―, sino los que no aparecen con su verdadero nombre, pero son trasunto de algún ilustre y conocido protagonista de nuestro añorado ―a veces― siglo XX. Es parte del juego que nos enseña a jugar, como lectores, el amigo Arturo, que no da puntada sin hilo y asocia a los principales personajes de Sabotaje ―como en otras de sus obras― con los auténticos, de manera que los podamos descubrir. Reconozco que solo adiviné a uno, Hemingway ―yo no os voy a decir quién es, dejo que también lo caléis por vosotros mismos―, pero hay muchos otros como André Malraux o Lee Miller que podréis identificar si leéis con atención. Ah, no comienza esta novela en París, sino con estas atinadas palabras que ya nos sitúan a mediados de mayo en el casino de Biarritz:
«Bajo la pérgola de la terraza se veían cinco manchas blancas y un punto rojo. Las manchas correspondían a la pechera y el cuello de una camisa, dos puños almidonados y un pañuelo que asomaba en el bolsillo superior de una chaqueta de smoking. El punto rojo era la brasa de un cigarrillo en los labios del hombre que permanecía inmóvil en la oscuridad.
Del interior llegaba sonido apagado de voces y música. Había una luna terciada, decreciente, que esmerilaba el mar negro y plateado frente a la playa, entre los destellos del faro situado a la derecha y la parte alta de la ciudad vieja, débilmente iluminada, a la izquierda».
Diálogos divertidos e inteligentes, acción, aventuras, erotismo, muerte, vida… El cocktail es adictivo, cuidado. También aparecen buenas referencias literarias, intertextualidad plena, a través del alias Rocambole o de la pesca que cuenta en un momento dado el trasunto de Hemingway y, por supuesto, en contraposición a este, se nombra a Scott Fitzgeral… ¡Ah, qué deleite! Lástima que a Falcó se le haya olvidado en esta ocasión la afición filatélica de su jefe, privándonos de descubrirnos cualquier curiosidad sobre la materia como, por ejemplo, en Falcó.
Ah, y, por supuesto, el recuerdo de Eva Neretva (Rengel) también acompañará a Falcó a lo largo de la novela, quizás una de las pocas mujeres ―si no la única― que haya calado en el corazón de este frío y aséptico espía, amigo de la lealtad más que de los sentimientos y que nos enseña, de algún modo, a vivir el momento como si fuera el último porque, quién sabe, quizás cuando apartes la vista de la pantalla, te encuentres en medio de una emboscada que no te has visto venir…
P.D.3: Otras reseñas de libros de Pérez-Reverte pinchando aquí.
ACTUALIZACIÓN:
Esta es, según Arturo Pérez-Reverte, la foto de Lorenzo Falcó:
Si no me crees, compruébalo en la reseña de Eva donde la verás sin deformación vertical.
Ficha técnica:
Editorial: Alfaguara
ISBN: 978-84-20432-45-8
Edición: Desconocido
Formato: Papel
Género: Novela histórica, de aventuras, espionaje.
Traducción: No procede