Terrorista suicida
Entro en un bar de copas pasada la medianoche con mi cinturón de explosivos bien escondido bajo mis ropajes. Hay mucha gente de todo tipo, mi acción va a ser un éxito, pasaré a la historia… Me planto en la barra con mis gafas de pasta, mi camisa de flores y mis maravillosas patillas, pero acabo discutiendo con el camarero. Este, dado el estado de embriaguez que observa en mí, se niega a servirme más bebidas alcohólicas. Pero vamos a ver, me voy a volar en pedazos y querrá el tío que lo haga sobrio. Pues no me da la gana. Me faltan huevos. O me chispo bien o no hay trato. Así que, visto el inminente fracaso de mis planes, me enfado y rompo un vaso contra el mostrador, por lo que soy expulsado del local por los controladores de acceso del mismo sin cumplir con mi heroica misión.
Cambio de planes. Pienso en volar la estación de metro de Callao al día siguiente, temprano, mientras la gente espera su tren para ir a trabajar. En cuanto abren me meto y bajo al andén. Allí me tumbo en un banco a esperar a que sea la hora punta, pero llevo tal merluza que me quedo frito. O quizás lo que me ha volcado sea el olor de mis pies ya que, a pesar de lo roto de mis calcetines, que muestran mis dedos gordos por sus agujeros, decido quitarme los zapatos para estar más cómodo. Y porque lo de morir con las botas puestas está más visto que el tebeo. Quizás sea el olor de mis pies y zapatos lo que hace que los demás procuren mantenerse alejados de mí y murmuren hasta despertarme con sus difamatorios cuchicheos.
Relato perteneciente a mi proyecto: Ejercicios de estilo.
Resto de ejercicios pinchando aquí.