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Entrevista a Ziryab

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Muchos recordaréis mi anterior viaje en el tiempo, cuando me desplacé a los estertores del Siglo de oro español para secuestrar a don Pedro Calderón de la Barca con el objetivo de traerlo a rastras a nuestro siglo XXI y conocer su opinión sobre el mismo.

Hoy os tengo que contar que he vuelto a hacerlo. Sí, he viajado en el tiempo, en esta ocasión al siglo IX, a la Córdoba emiral de Abderramán II, y he buscado a Ziryab (el mirlo negro), uno de los personajes imprescindibles de mi Mursiyya; El talismán del Yemení.

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Me tuve que disfrazar para pasar desapercibido y, a pesar de sus muchos guardaespaldas, pude acceder a él y convencerlo de montarse en la máquina del tiempo. En este caso fue más fácil que con Calderón, su curiosidad, como artista y, de alguna forma, hombre de ciencia, le venció al primer asalto. Llegamos a la España actual con ilusión y nos dimos un buen paseo por Córdoba y el sur de la península hablando sobre lo humano y lo divino. Claro, no pudimos evitar hacerlo en forma de Moaxaja(*), estilo poético andalusí que, si bien no fue creado por él, ya se prodigaba por el tiempo en el que él vivió. Así comienza, pues, nuestra conversación o entrevista, según lo quieras considerar.

MURSIYYA:
Bienvenido al veintiuno,
siglo como ninguno,
tal vez el oportuno
para a Ziryab entender
y darlo así a conocer.

ZIRYAB:
Gracias a Alá propugno,
pues de otro modo impugno
un viaje tan absurdo
por todo el tiempo a través
que hemos debido correr.

Un milagro, solo uno,
pudo hacer en el mundo
que haya prodigio alguno
capaz de andar mes a mes
y traernos aquí a la vez.

Que uno no es solo moruno,
que es creyente de Dios también,
por eso agradezco al Uno,
el haberme podido traer.

MURSIYYA:
Bueno, querido Ziryab,
ya has agradecido a Alá.
Ahora vamos de verdad
a ver al personaje
que hay dentro de tu traje.

ZIRYAB:
Algo os puedo yo contar:
mi amistad con el Omar,
el prota del talismán
del yemení, Mursiyya(**).
Y de aquella chiquilla.

No la finjáis olvidar.
Que lo queréis ocultar
por no querer destripar
la historia amarilla
de amor que los domina.

Tarub es esa niña,
la que el emir rapiña
como uva de una viña.
En Iyyuh Nasr la pilla
y la mete en capilla.

Con esto me refiero
a ir esperando al fiero
emir y su dinero
mientras ella se trilla
música, canto y poesía.

Que si no aprende melodías
y muchos conocimientos
no cobra Nasr con garantía
sus pingües emolumentos.

MURSIYYA:
Gran razón tienes, Ziryab.
Mas ahora nos contarás
si Tarub supo aceptar
su oscuro destino
de germen concubino.

ZIRYAB:
Lo descubrirás al leer
la novela del revés,
o al derecho más bien.
Pero ya te confirmo
que no le dio gustino.

Y de Omar se acordaba,
y también lo extrañaba
hasta cuando lloraba.
Pero Abderramán dijo:
«sí, de ella quiero un hijo».

A su harén la incorporó
y de ella se enamoró
y también la enriqueció.
Le dio joyas con tino,
pues no en vano era rico.

Y ella era chica lista,
pues tenía buena vista
y venganza prevista.
Nada más te destripo
por no hacer de adivino.

Que el que quiera ser vivo
y saber sin leer nada,
obtendrá mi divino
silencio de palabra.

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MURSIYYA:
Bien, pues dejemos eso
y hablemos del proceso
de tu vida y tus versos.
Las jarchas que terminan
tus moaxajas son lindas.

ZIRYAB:
Yo tuve buenos maestros
y no el youtube vuestro
al que corréis tan presto.
En Oriente se atinan
desde niños las rimas.

Al menos en mi época
corrían de boca en boca
poemas que te provocan
con sus rimas divinas
y su métrica fina.

Por eso pongo jarchas
al acabar moaxajas
pues es regla bien maja
aunque aquí sí se evita
usar la lengua mixta.

Sí, la primera parte
debe ir en lengua árabe,
y ser en mozárabe
la jarcha una vez lista,
mas no sería bien vista.

No lo digo por racistas,
sí por desconocimiento:
siglo tan credencialista
pero sin conocimientos.

MURSIYYA:
Y ya lo has vuelto a hacer
seguro que sin querer
demostrando tu saber
pues a este siglo llegas,
y vienes, ves y aciertas.

ZIRYAB:
Lo dijo Julio César
muy parecido a esa
frase que usted profesa.
Pero es fácil que se vea
de nuevas las cosas feas.

Dijo «vine, vi y vencí»
yo vine, vi y descubrí
acertando lo que aquí
acontece en vuestra era
fútil y pendenciera.

Pues si a un sitio se llega
desde una época vieja
con mente en blanco, nueva,
y verdad por bandera,
veréis de otra manera.

Recién llegado yo estoy,
me trajistéis ayer, y hoy
a deciros cosas voy:
veo que hay mucha gente atea
y a mí me gusta que crean.

Ya sabéis, la religión
no es solo por devoción,
es también obligación;
si no te encienden la tea
y hacen contigo paella.

Mis correligionarios
aún no siendo como arios
son bastante contrarios
a darle a la botella
o a paganismos que lean.

Que no es porque nadie más vea
que existe alguna otra creencia,
es por testarudez que afea
nuestra perfecta decencia.

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MURSIYYA:
Mas no volváis con eso
de religión, obseso.
Queremos saber presto
de la vuestra experiencia
en artes y en la ciencia.

ZIRYAB:
Habed empezado de ahí
a tirar del hilo vil
de la curiosidad, sí,
que vil es la indecencia
de inquirir a conciencia.

Ya sabréis que fui cantor
como esclavo, qué dolor,
aunque ahí aprendí un montón
de hábitos, de decencia,
todo con gran paciencia.

Mas al brillar, mi profesor
conmigo harto se enfadó:
de muerte me amenazó.
Si el califa te aprecia
las envidias arrecian.

Tuve que huir del gran Bagdad,
del imperio, capital.
Y a al-Andalus recalar:
hay gente menos necia
a mi cultura recia.

Y tal como esto se tercia
Abderramán me protegió:
para agrandar la tan regia
cultura andalusí, pagó.

MURSIYYA:
Así os hizo estilista
mejorando a la vista
nuestra andalusí vida.
Costumbres a la mesa
os debemos. Comienza.

ZIRYAB:
Uno es muy muy artista
por eso no doy pistas
de lo de la comida.
Lean ustedes Mursiyya
o véanlo en las noticias.

Aunque ni por la arista
saldrá alguna primicia.
Me apuesto una ristra
de deliciosas morcillas
a que no habrá noticia.

Y mira que son lindas
mis costumbres bien traídas
y aún por todos seguidas.
No digo más, albricias,
que no es cosa ficticia.

Y si la cosa se riza
metiéndome tanta prisa
por desvelar mis premisas
mi lomo inquieto se eriza.

MURSIYYA:
Pues si no soltáis prenda
no queráis que pretenda
ver si al fin nos contestas
con la fuerza y torturas
o cosas aún más duras.

ZIRYAB:
Dejemos esta senda
pues no voy a dar respuestas
(o al menos más certeras).
Ya haremos más locuras
si la amistad perdura.

Devolvedme a mi siglo
por favor os lo pido,
a comerme unos higos,
que allí mejor maduran
todo tipo de frutas.

No como lo hacen ahora:
pesticida cada hora
y contaminadoras.
Aquí no saben puras
ni frutas ni verduras.

Imanes, y hasta los curas,
saben de lo que yo os hablo.
Si mi palabra es impura
que me lleve pronto el diablo.

Me quedaron muchas ganas de preguntarle más cosas a Ziryab, pero entre que cada dos por tres tiraba balones fuera o se distraía con temas religiosos, como veis, he preferido dar por terminada la entrevista con aquellas sabias palabras que nos transmite sobre el peligro de abonos y pesticidas modernos. Lo devolví a su época, lo dejé debajo de una higuera atiborrándose a brevas y volví a escribir todo esto. Otro día me marcaré otra entrevista con quien proceda.

Hasta la próxima.

NOTAS

(*) Dado que las moaxajas, entre otras características, combinaban dos lenguajes de la época andalusí, el árabe durante las primeras estrofas, y el mozárabe o romance en la última estrofa que, además, era una jarcha, me he tomado la libertad de simplificar el sistema y utilizar un solo idioma. En ese sentido, considero estas que utilizo como «moaxajas adaptadas», si el respetable me lo permite.

(**) Para la rima, aunque sabemos que Mursiyya (también se puede escribir Mursiya) se lee algo parecido a /Mursiia/, utilizamos la pronunciación que más habitualmente se utiliza en la actualidad, en la que la/s «y» se leen como «ll» resultando algo parecido a /Mursilla/.

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