Torero
Llevado en volandas por multitud de olés entro por la puerta grande en un bar de copas pasada la medianoche. Hay mucho cornudo y cornúpeta de todo tipo en el oscuro ruedo y los esquivo con varios pases de verónica, alguna chicuelina y varias navarras y delantales. Veo entonces, en este lado de la barrera, a una especie de monosabio con gafas de pasta, traje de flores y patillas muy toreras, discutiendo con el presidente. Este, dado el estado de embriaguez de aquel, se niega a servirle más bebidas alcohólicas, orejas o rabos y el muy borracho rompe una banderilla contra las tablas, por lo que es expulsado del local por los alguacilillos mientras yo acaricio el pomo del estoque por si se pone la cosa tonta.
Al día siguiente, temprano, cuando espero el metro en Callao para que, cual tiro de mulillas, me lleve al tentadero a torear de salón, veo al mismo monosabio de ayer durmiendo en un banco del andén. Sobre la arena sus zapatillas y en sus pies unas medias blancas y otras rosas, ambas agujereadas con sus largas y afiladas uñas, por las que asoman ambos dedos gordos. Los demás (mulilleros, banderilleros, areneros, picadores, mozos de espadas y otros muchos personajes, público incluido) procuran mantenerse alejados del beodo y murmuran sobre él.
Relato perteneciente a mi proyecto: Ejercicios de estilo.
Resto de ejercicios pinchando aquí.