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El club Dumas – Arturo Pérez-Reverte

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El club Dumas

Arturo Pérez-Reverte

RESEÑA

«—No sabe de qué manera, ni hasta dónde llega el despecho de un autor despreciado»

Los inicios

Hace tanto que leí El club Dumas de Arturo Pérez-Reverte que hoy vengo a reseñar que apenas lo recordaba. Era mi época universitaria y creo que ya he hablado en alguna ocasión de mi mala memoria. Pero recordaba que me había dejado muy buen sabor de boca en su día. Así que, aprovechando que me lo han regalado —en los noventa era estudiante y la mayoría de mis lecturas las sacaba de la biblioteca— lo he vuelto a leer. Y, claro, no he podido resistir la tentación de dedicarle una líneas en mi blog.

Se trata de una de las primeras obras de don Arturo Pérez-Reverte. Una de las cosas que me sedujo de la misma en su día fue la recurrencia a los incipits en su trama. Y es que los inicios de una novela o relato son algo que me fascina desde siempre. De hecho alguna vez recogí en esta misma web algunos de mis comienzos de libro favoritos

Sí, porque sobre todo al principio de la novela, el maestro Reverte hace acopio de citas. A través de los personajes que protagonizan esta obra  nos trae algunos grandes comienzos de la literatura. Recojo un par de ellos: El archiconocido «—Llamadme Ismael». O el «—Nació con el don de la risa —cité, señalando el retrato— …y con la sensación de que el mundo estaba loco… (…) —… Y ese fue todo su patrimonio —completó sin dificultad la cita» con el que empieza el Scaramouche de Rafael Sabatini. Con esta obra maestra los personajes, como se puede colegir de la cita extraída, también van jugando.

Portada de El club Dumas del autor Arturo Pérez-Reverte

Inicios y juegos en El club Dumas de Arturo Pérez-Reverte

Pero, además, el inicio de El club Dumas de Arturo Pérez-Reverte no deja de ser, también, muy sugerente. De hecho, ahora no sé por qué demonios no lo metí en la entrada de incipits que menciono y referencio un poco más arriba. Supongo que porque mi mala memoria me lo había mantenido oculto todo este tiempo—: «El fogonazo de luz proyectó la silueta del ahorcado en la pared». Un comienzo contundente que te invita a seguir leyendo, a averiguar quién es el que se ahorcó y por qué lo hizo o si ese aparente suicidio no esconderá un crimen por resolver.

Todo eso y mucho más sugiere Pérez-Reverte con tan sólo una primera y breve frase. Sujeto, verbo y predicado. Simple, sencilla y sugestiva. Ah, los comienzos y las referencias a los mismos, hacen de por sí que la lectura de esta novela sea una auténtica gozada. Y si además le sumas el juego propuesto y dos misterios bibliográficos a resolver, a saber, la autoría de un manuscrito de páginas blancas y azules, y la autenticidad de una obra titulada Las Nueve Puertas, ya no puedes dejar de leer.

Cita textual de El club Dumas de Arturo Pérez-Reverte

Fuera del coche hacía frío, así que levantó el cuello del gabán. Sentía los ojos de la chica fijos en su espalda al cruzar la calle sin mirar atrás, alejándose con Las Nueve Puertas bajo el brazo. Ella no se había ofrecido a acompañarlo, y por alguna oscura razón supo que era mejor de ese modo. En cuanto a la casa, ocupaba casi toda una manzana y su mole de piedra gris presidía una angosta plaza, entre edificios medievales cuyas ventanas y puertas cerradas les daban apariencia de inmóviles comparsas, ciegos y mudos. La fachada era de piedra gris, con cuatro gárgolas en el alero: un macho cabrío, un cocodrilo, una gorgona, una serpiente. Había también una estrella de David en el arco mudéjar de la entrada, sobre la cancela de hierro que daba acceso al patio interior y los dos leones venecianos de mármol junto al pozo cubierto por tapas de hierro. Todo aquello le era familiar al cazador de libros; pero nunca, hasta entonces, franqueó sus límites con la aprensión que en ese momento experimentaba. Una vieja cita le vino a la memoria: «Quizá los hombres que fueron acariciados por muchas mujeres crucen el valle de las sombras con menos remordimiento, o con menos miedo»… Era algo así, aunque tal vez a él no lo acariciaron bastante: sentía la boca seca y hubiera vendido el alma por media botella de Bols. En cuanto a Las Nueve Puertas, pesaba como si en vez de nueve grabados encerrase nueve láminas de plomo.

Arturo Pérez-Reverte, autor de El club Dumas

Algunos referentes literarios

Sin embargo, resolver los misterios que cito más arriba se va complicando según aparecen personajes con trasfondo literario. Estos se van cruzando en el camino de Lucas Corso, el protagonista conejil de este trepidante thriller sobre libros y bibliófilos empedernidos. Una aventura en la que el héroe de la misma ha de andarse con mucha precaución. «Además de precaución y reserva, cautela significa astucia», dicen en algún momento. Frase que parece casi sacada del oráculo manual y arte de la prudencia de Baltasar Gracián. Cito este último por seguir con las citas bibliográficas, aunque esta no lo fuese.

Volviendo a los referentes literarios nos vamos encontrando con una holmesiana joven que se hace llamar Irene Adler. También hay un tipo de cicatriz enarbolada como bandera al que Corso se refiere como Rochefort. Y, por supuesto, muchos otros trasuntos de grandes personajes literarios. Entre todos van ayudando al autor a construir una historia en la que la literatura y el juego invaden las páginas. Con esos mimbres, don Arturo  hace disfrutar aún más al lector avezado y conocedor de las obras referenciadas.

Desde las primeras páginas de El club Dumas de Arturo Pérez Reverte me venía a la memoria, según leía e iba descubriendo aquellos antecedentes, un término de cuyo significado está repleto este libro: intertextualidad. Ah, la intertextualidad, esa característica de la que se dotan las mejores obras. En algunos momentos de la trama, consciente de ella, se refiere don Arturo. Así, nos recuerda que no aparecen entre sus líneas por mera casualidad ni error alguno.

Otra cita textual de El club Dumas de Arturo Pérez-Reverte

Finales felices. Corso puso un dedo sobre el mando a distancia y la imagen desapareció en la pantalla. Ahora él estaba en París y Nikon fotografiaba niños de ojos tristes en algún lugar de África o de los Balcanes. Una vez, tomando una copa en un bar, creyó entreverla en la imagen confusa de un telediario: de pie en mitad de un bombardeo entre refugiados que corrían despavoridos, con el pelo recogido en una trenza, las cámaras colgando y un 35 mm pegado a la cara, su silueta recortada sobre un fondo de humo y llamas. Nikon. Entre las falacias universales que ella siempre asumió sin cuestionar su fundamento, la de los finales felices era la más absurda. Comieron perdices y siempre se amaron, y parecía que el resultado de la ecuación fuese indiscutible, definitivo. Nada de preguntas sobre cuánto dura el amor, la felicidad, en un siempre fraccionable en vidas, años, meses. Incluso días. Hasta el final inevitable, el de ellos dos, Nikon se negó a aceptar que tal vez el héroe se hundió con su barco dos semanas después, al chocar con un escollo en las Hébridas del Sur. O que la heroína fue atropellada por un automóvil tres meses más tarde. O que todo ocurrió quizás de otro modo, de mil formas distintas: alguien tuvo el primer amante, alguien sintió rencor o hastío, alguien deseó volver atrás. ¿Cuántas noches de lágrimas, de silencios, de soledad, se sucedieron tras aquel beso? ¿Qué cáncer lo mató a él antes de cumplir cuarenta? ¿De qué vivió ella antes de morir en un asilo a los noventa? ¿En qué despojo ruin se convirtió el apuesto oficial, con las heridas gloriosas convertidas en horribles cicatrices y sus batallas olvidadas que ya no interesaban a nadie? ¿Qué dramas vivieron ya ancianos, indefensos, sin fuerzas para pelear o defenderse, traídos de acá para allá por el vendaval del mundo, la estupidez, la crueldad, la miserable condición humana?

El juego en El club Dumas de Arturo Pérez-Reverte

En El club Dumas de Arturo Pérez-Reverte se reflexiona sobre la construcción de historias y sus finales (ver cita anterior). De hecho, el maestro, como ya os insinuaba más arriba, juega con el lector. El juego es un elemento definitorio de la obra de don Arturo, como muchos de ustedes ya sabrán o habrán adivinado al leerlo. Y en esta novela, como en sus primeras, Pérez-Reverte nos va mostrando las reglas poco a poco. De ese modo podemos participar de la partida casi de ajedrez que plantea en El club Dumas.

Así, mediante la intertextualidad con Melville, Sabatine, Dumas (sobre todo Dumas) y algunos otros que dejaré que descubra el lector por sí mismo, el autor va construyendo ese juego. Y en ese tablero misterioso de claros límites y reglas en el que se desarrollará la acción y la lectura, para que no nos sintamos engañados por un inexistente Deus ex machina, nos conduce por escenarios que acabamos por reconocer. En ellos la sorpresa, que sí la hay, no nos parece artificial ni mal traída, sino todo lo contrario. De este modo, nos quedamos al final del libro con una especie de sensación de «Te lo dije» retumbando en nuestro cerebro con ese cálido tono de voz característico de Arturo Pérez-Reverte.

Ya se lo advierten a Corso en algún momento: «Escuche, Corso: ya no hay lectores inocentes. Ante un texto, cada uno aplica su propia perversidad. Un lector es lo que antes ha leído, más el cine y la televisión que ha visto. A la información que le proporcione el autor, siempre añadirá la suya propia. Y ahí está el peligro: el exceso de referencias puede haberle fabricado a usted un adversario equivado, o irreal».

Tercera cita textual de El club Dumas

En fin, os dejo por aquí la descripción de Corso que hace el narrador al principio de la novela:

Conocí a Lucas Corso cuando vino a verme con El vino de Anjou bajo el brazo. Corso era un mercenario de la bibliofilia; un cazador de libros por cuenta ajena. Eso incluye los dedos sucios y el verbo fácil, buenos reflejos, paciencia y mucha suerte. También una memoria prodigiosa, capaz de recordar en qué rincón polvoriento de una tienda de viejo duerme ese ejemplar por el que pagan una fortuna. Su clientela era selecta y reducida: una veintena de libreros de Milán, París, Londres, Barcelona o Lausana, de los que sólo venden por catálogo, invierten sobre seguro y nunca manejan más de medio centenar de títulos a la vez; aristócratas del incunable para quienes pergamino en lugar de vitela, o tres centímetros más en el margen de página, suponen miles de dólares. Chacales de Gutenberg, pirañas de las ferias de anticuario, sanguijuelas de almoneda, son capaces de vender a su madre por una edición príncipe; pero reciben a los clientes en salones con sofá de cuero, vistas al Duomo o al lago Constanza, y nunca se manchan las manos ni la conciencia. Para eso están los tipos como Corso.

Portada de El Club Dumas de Arturo Pérez-Reverte

Conclusiones

Contada en tercera persona por la voz de un personaje que va conociendo las acaeceres de Lucas Corso por diversas vías que no voy a revelar —no es  cuestión de destriparos El club Dumas—, esta novela de Pérez-Reverte es una gozada para los que nos gusta la literatura. Más aún si admiramos la obra de Alejandro Dumas y nos gusta lo esotérico y lo misterioso. Esto último viene traído de la mano por el misterio de Las Nueve Puertas que también ha de desentrañar el protagonista a lo largo de las algo más de cuatrocientas páginas de El club Dumas de Arturo Pérez-Reverte.

No hace falta que os recuerde que mi admiración por don Arturo Pérez-Reverte quizás me ciega. Puede, así, que os haga leer algo que no os guste, pero me sorprendería mucho esto último con El club Dumas de Arturo Pérez-Reverte. Así que, si aún no lo habéis leído o, como yo, lo leísteis hace tanto que se apenas lo recordáis, no dejéis de hacerlo a la primera ocasión. Yo, por mi parte, he decidido que no va a ser este el único que relea del maestro. Quizás, fruto de ello, caiga alguna reseña más de sus primeras obras por aquí. En fin, hagáis lo que hagáis, leáis lo que leáis, que tengáis un feliz día.

Extras

P.D.1: Pincha aquí para leer mi reseña de «Sidi. Un relato de frontera» y/o hacer un crucigrama sobre dicha novela de Pérez-Reverte.

P.D.2: Pincha aquí para leer mi reseña de «Eva» y/o hacer un crucigrama sobre dicha novela de Pérez-Reverte.

P.D.3: Otras reseñas de libros de Pérez-Reverte pinchando aquí.

Ficha técnica:

Editorial: Alfaguara

ISBN: 978-84-204-7199-0

Formato: Papel

Género: Thriller, novela de aventuras.

Traducción: No procede

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