La pija
O sea, te lo juro tía, voy a un pub super fashion pasada la medianoche. Está lleno de gente guapa, o sea, pero guapísima. Y yo ahí, con mi bolso Louis Vuitton, mi camisita de Gucci y, en fin, ya sabes tú cómo me arreglo, y me veo a un tío bueno con gafas de pasta de Tommy Hilfiger, una camisa floreada de El Ganso y unas patillas que parecían modeladas por el mismísimo Llongueras, o sea, tía, me quería morir. Y cuando iba hacia la barra para ponerme a su lado, alucina, va el tío bueno y se le rompe el vaso y se clava los cristales en la mano. Abro mi Louis Vuitton para vendarle con un pañuelo de Carolina Herrera que me tiene loca de lo que me gusta, pero de repente un bestia parda y su colega super musculitos me pegan un empujón que casi se me rompen los tacones de mis Manolos. Y se lo llevan a rastras, o sea, por la fuerza, al tío bueno, sí, tía, delante de mis ojos, y lo sacan del local, te lo juro. Y yo me quedo todo loca en ese momento, sin saber qué hacer.
Total, que al amanecer, como no hay taxis porque los jefazos y gerifaltes los tienen todos ocupados, no me queda más remedio que entrar al metro de Callao, y adivina a quién me encuentro, tía. Sí, tía, te lo juro, el guaperas del bar; pero qué decepción más grande, o sea, el tío está ahí durmiendo, como un pordiosero o un vagabundo, tirado en un banco del andén, tía. Me quedo muerta. Y lo peor es que se había quitado los mocasines, unos Sebago fashion totales, hasta ahí todo bien, tía, pero resulta que me fijo en los pies y el tío lleva unos calcetines de Primark y, encima, agujereados, enseñando dedamen. O sea, tía, te lo juro, me quedo flipada y ahí, en ese momento, el tío ya está muerto para mí. Si es que no te puedes fiar de los tíos, o sea. Eso sí, la gente que espera el metro, aunque currantes vulgares, muy bien, en mi onda, apartándose de él y poniéndolo verde, como se merece, por mindundi. Te lo juro, tía.
Relato perteneciente a mi proyecto: Ejercicios de estilo.
Resto de ejercicios pinchando aquí.