Sin la «a»
Entro de noche, poco después del repiqueteo por doce veces del templo, en un sitio donde sirven bebedizos etílicos. Veo un montón de gente de todo tipo. En el rincón donde te ponen los mejunjes, un tipo con lentes de hueso o por el estilo, blusón de flores y pelillos orejeros un poco difusos, discute con el mesero. Este, visto el nivel de beodez del tipejo, se opone y no quiere servirle ningún otro líquido espirituoso. El tío ebrio rompe el tubo con un golpe en ese curioso bufete que lo desune del sirviente, por lo que es despedido del negocio nocturno por los supervisores del mismo.
Poco después, con el sol luciendo en el horizonte, espero en el centro el metro que me lleve, pues tengo curro muy pronto. Veo que duerme el mismo tipo en un poyo del muelle. En el suelo sus botines y en sus pies unos cubrepiés con enormes orificios que permiten ver sus dos dedos gordos. El resto de gente pretende ir lejos del tipo y emiten leves murmullos sobre él.
Cuento de mi proyecto: Ejercicios de estilo.
Resto de ejercicios: pinche esto.