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Instrucciones para atarse las cordoneras de los zapatos

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Animado por mi amigo Antonio, me he decidido a escribir estas «Instrucciones para atarse las cordoneras de los zapatos«, emulando así —y salvando las distancias, claro— las conocidas «Instrucciones para subir una escalera» del gran Julio Cortázar. El resultado de esta barbarie es este que sigue a continuación:

Instrucciones para atarse las cordoneras de los zapatos

Habrán ustedes observado, al menos en esta civilización occidental de comienzos de milenio en la que vivimos, que la mayoría de seres humanos, en algún momento (si no todo el tiempo), portamos en los pies sendos tipos de protección más o menos simétricos y que pueden ser de los más diversos materiales (piel y plásticos sintéticos, entre otros) y formas (que podríamos clasificar, por poner un ejemplo, de más abiertas a más cerradas, si bien otras clasificaciones también serían factibles), de tal modo que cubran en mayor o menor medida la piel (o la tela de otro elemento del que podríamos hablar en otra ocasión y al que llamaremos calcetín o media, entre otros sinónimos plausibles) de nuestros pies.

Estas protecciones que, según sus características pueden recibir nombres como los de chanclas, sandalias, bambos, tenis, zapatillas, zapatos, botas y otros muchos, pueden ajustarse alrededor del pie al que protegen mediante diversos métodos de cierre: desde la propia forma ergonómica del mismo que permita la sujeción de este al pie, hasta con la ayuda de hebillas, velcros y otros sistemas, entre los que se incluyen las llamadas cordoneras, que es de las que quisiera hablarles en esta ocasión y que, obviamente, no todos estos protectores del pie de los que hablamos poseen.

Antes de continuar con el asunto que aquí me trae, que no es otro que el de explicar cómo debemos proceder a atar las susodichas piezas (también llamadas cordones por algunos), debo señalar que gracias a estos elementos de cierre y/o sujeción se evita que, al caminar, perdamos estas protecciones a las que, por simplificar y resumir, llamaremos zapatos de aquí en adelante, si bien estas instrucciones servirían también para zapatillas deportivas, sandalias, o cualquier otro protector podológico que porte entre sus elementos las mencionadas cordoneras.

Bien, salvo diseños especialmente estrambóticos y raros, podremos distinguir en los zapatos una abertura claramente preparada para introducir el pie por ella. Puede haber otras aberturas que suelen ser más pequeñas y permiten, por lo general, mostrar los dedos de los pies u otros elementos como los talones o, simplemente, servir de ventilación que prevenga a nuestros pinreles de pasar a ser denominados como quesos por nuestros acompañantes más íntimos. Pero la abertura realmente importante a los efectos de estas instrucciones sería la que permite meter nuestro pie dentro del zapato ya que, normalmente, de cada lado frontal de la misma surgen, por así decirlo, a través de unos agujeritos fabricados a tal efecto, las cordoneras o cordones que debemos atar para asegurar el buen funcionamiento y el no extravío del preciado zapato y la consecuente protección del pie. Por lo general, si seguimos con la vista uno cualquiera de los cordones desde la punta del mismo hacia el zapato podremos observar, también, que una vez que atraviesa el agujerito junto a la abertura de introducción del pie, la cordonera sigue pasando por otros agujeritos (a veces son argollitas u otros sistemas equivalentes) cruzándose sobre sí mismo a lo largo de buena parte del área del zapato que ha de cubrir el empeine de nuestro apreciado pie, hasta volver a salir por el agujerito contrario a aquel por el que entró, dando lugar así al nacimiento del otro cordón del zapato. Que si ustedes han permanecido atentos y se han dado cuenta, verán que es, en realidad, el mismo que el primero, es decir, un solo cordón que empieza su existencia por una punta, entra en los agujeritos del zapato cruzándose por varios de ellos hasta formar una especie de red o malla y sale por otro agujerito para morir engañándonos, como si se tratara de otro cordón diferente. ¡Pero es el mismo! ¡Por eso nos confunde y resulta tan difícil, al principio, y hasta que se le pilla el truco, atárnoslos!

Pues bien, a esa especie de red o malla de la que les acabo de hablar y que forma ese único cordón que se desdobla al cruzarse varias veces sobre sí mismo no le vamos a hacer demasiado caso en estas instrucciones porque de lo que se trata es de explicar cómo hacer el nudo, cómo atarse las cordoneras; pero sí quisiera advertir que dicha red nos serviría, en caso de holgura o apretura del zapato, para ajustar mejor el cierre del zapato con el nudo de manera que no se nos fuera a salir al caminar o correr ni a provocarnos sufrimientos innecesarios por estar demasiado ajustado.

Pues bien, especificado todo lo anterior, debo añadir que para hacer el nudo que nos permita atarnos los zapatos debemos seguir un orden. No vale cualquier cosa, porque al haber dos zapatos, intentar atar las cordoneras de ambos a la vez podría causarnos diversas dificultades primero y, en caso de conseguir nuestro objetivo, diversos problemas, como el de que hayamos atado el cordón de un zapato con el del otro y al intentar caminar nos caigamos de bruces y perdamos, incluso, alguna pieza dental, entre otros riesgos para nuestra salud. Se deduce de esto, por tanto, que primero ataremos las cordoneras de un zapato, y después las del otro. No voy a entrar en polémicas, cada cual tendrá su preferencia, pero a mí me da igual que ustedes empiecen por el zapato izquierdo o por el derecho. Por tanto, una vez elegida la opción de comienzo deseada, procederemos de la siguiente manera:

Primero: siéntese. No es por nada, podría atarse las cordoneras de pie, pero el riesgo de caída es mayor y también de esta forma podríamos perder piezas dentales o sufrir otros percances y secuelas que prefiero no nombrar ahora por no extenderme en demasía.

Segundo: incline su torso de manera que sus manos, estirando los brazos, lleguen con comodidad a su pie y zapato escogido (que ya deberían lucir como uno solo, puesto que usted ya introdujo el pie en la abertura correspondiente).

Tercero: coja con cada mano, preferiblemente con los dedos índice y pulgar de cada una, la punta de cada cordonera del zapato elegido. Insisto en reiterarme (permítanme el pleonasmo) en la importancia de no coger por error un cordón de un zapato y el otro del otro.

Atención, ahora se empieza a complicar la cosa.

Cuarto: cruce los dedos de su mano derecha (y a continuación las manos si fuera menester) sobre los de la izquierda (o viceversa si lo prefiere) de manera que la punta del cordón que usted sujeta con la mano en movimiento pase primero por encima y después por debajo del otro cordón, sin soltarlos, como rodeando el segundo con el primero.

Quinto: sin que cambie la posición de las dos puntas de cordonera, cambie de manos cada punta, es decir, sujete con la mano derecha la punta del cordón que antes sujetaba con la izquierda y viceversa.

Sexto: estire los cordones siguiendo la misma dirección y sentido en que realizó el movimiento del cuarto paso, de tal modo que el nudo iniciado en dicho paso de las instrucciones, se apriete sobre el empeine del pie sin llegar a hacernos daño, pero sin quedar flojo. Para ello cada mano debería alejarse de la otra hacia los lados opuestos del pie y, preferiblemente, con una cierta inclinación hacia abajo. ¡Y no suelte aún las cordoneras!

Séptimo: ahora viene el más difícil todavía, el hacer un lazo para que haga bonito y, a la vez, sujete el nudo que hemos hecho en el sexto paso y que se desharía nada más soltar los cordones si no realizásemos este paso. Por eso mismo yo esto lo hago intentando mantener tenso el nudo básico que ya habíamos conseguido, pero hay quien no lo hace así. Sea como sea, debemos coger uno de los dos cordones, por ejemplo el derecho y doblarlo casi por la mitad, de manera que creemos una especie de elipse en la que…

Mire usted, yo no soy Julio Cortázar ni lo pretendo, así que vamos a dejarnos de tonterías. Usted y yo sabemos que ya nos perdimos en el cuarto o quinto paso, si no antes, así que, para qué seguir. Vaya a la tienda, cambie esos malditos zapatos o bambos con cordoneras de mierda por unos que lleven el cierre de velcro y olvídese de estas inútiles instrucciones.

Hala, hasta la próxima.

2 comentarios en «Instrucciones para atarse las cordoneras de los zapatos»

  1. Hola Sergio, acabo de conocer tu blog a través del reconocimiento de Blogdeldia.org. Mis felicitaciones.
    Tengo curiosidad por ir viendo los blogs que reciben este premio o reconocimiento, y aquí estoy, leyendo.
    Me parece muy divertido este relato sobre las cordoneras, seguiré las demás publicaciones.
    Enhorabuena por el «premio», muy interesante tu página y blog.
    Saludos
    Rosa

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