Medieval
Entro en una oscura fonda, bien entrada la noche. ¡Voto a Bríos!, que hay muchos hidalgos, damiselas y gentes de mal vivir, entre otros. A más, en la barra, un embozado con unos horribles anteojos, extraña capa decorada con flores y patillas algo difusas, discute con el mesonero. Este, adivinando la cogorza de aquel, se niega a servirle más jarras de ese vino aguado con el que cree engañarnos y el borracho rompe su jarrita contra el mostrador, por lo que es sacado de la sucia taberna por unos soldados del rey que no andan mucho más sobrios que él, pero que son conocidos y amigos del maese mesero.
A la siguiente jornada, antes de que salga el sol, y mientras espero una montura en las caballerizas de Callao(*) para acudir al gremio… ¡Pardiez! ¡Diviso al mismo embozado de ayer durmiendo sobre uno de los haces de paja que hay junto a las cuadras! Sabed vuestras mercedes que en el suelo reposan sus botas y en sus pies unas viejas calcetas de lana agujereadas, por los que asoman ambos dedos gordos. Los demás hidalgos, caballeros, montaraces y pillos que por la zona se buscan la vida, procuran mantenerse alejados del andariego y murmuran sobre él.
(*) Licencia literaria que me tomo por respetar la referencia, en el relato original de estos ejercicios de estilo, a la estación del metro de Callao, cuyo nombre procede de la plaza homónima, así bautizada en memoria de la batalla de Callao. Dicha batalla se libró en el siglo XIX, por lo que no podría llamarse así, a priori, ningún lugar del Madrid medieval.
Relato perteneciente a mi proyecto: Ejercicios de estilo.
Resto de ejercicios pinchando aquí.