La cueva del cíclope – Arturo Pérez-Reverte. Y sopa de letras de regalo
La cueva del cíclope
Arturo Pérez-Reverte y seguidores
RESEÑA
«—A los de aquí no suelo citarlos. Los no citados se mosquean»
La cueva del cíclope es un libro curioso y original. En él se recogen tuits seleccionados de Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 25-XI-1951) y sus seguidores en los últimos diez años. Luego veremos que no es tan sencillo como parece. Twitter ha cambiado, de alguna forma, la forma de comunicarnos. Ha priorizado la inmediatez de la información, pero también su prescripción, pues con el tiempo va ocultando los tuits más antiguos de todo usuario. A veces, escribir en Twitter es como gritar en el desierto, otras veces es como estar en la plaza abarrotada de una gran ciudad, donde cientos de voces se superponen y tu cerebro no puede escucharlas a todas a la vez y siempre se le escapa algo, pues predomina sobre el ruido general el tono potente de algunas de ellas. O como meterse en un bar, lleno de parroquianos, con los que charlar. Cuentan en el prólogo de este libro digital —pues no existe versión en papel que, de haberla, para gozo del lector y bibliófilo empedernido, sería bastante gruesa— que el gran don Arturo, por el que los lectores de mis reseñas ya saben que siento especial admiración, en su primer tuit, allá por el 30 de marzo de 2010, dijo «Es la primera vez que entro en esta cueva del cíclope». Como quiera que así se refiriera Pérez-Reverte a Twitter en aquel primer encuentro con esta red social, bajo semejante título aparece esta obra, cuanto menos interesante de leer.
En ese Bar de Lola, donde sirven hasta Mirindas, los usuarios de Twitter, como le ocurriera a Odiseo en la casa de Polifemo, nos damos un festín, nos pedimos lo que nos apetece, así, en plan banquete, casi bacanal, y, si don Arturo no fuera respetuoso con los horarios de apertura y cierre, nos quedaríamos atrapados en esa cueva ciclópea, que es en lo que se convierte esta red social si te descuidas: un agujero del que, una vez dentro, no puedes salir con facilidad, porque nuevos mensajes van llegando y atrapándote como si algún Polifemo malvado (tal vez, a la manera de un Frankenstein compuesto por todos los que conformamos esa gruta virtual llamada Twitter, lo seamos nosotros mismos de algún modo; incluso con ese único ojo que nos impide, o al menos dificulta, ver con profundidad cuando entramos en ella) tratara de retenerte dentro. Y, por supuesto, hablamos, opinamos y nos divertimos. Muy interesante, por ejemplo, el debate generado sobre los videojuegos y la gratuidad o no de la cultura, al hilo del oficio de escribir, del que extraigo varias citas a continuación —sé que me voy a alargar y pido disculpas por ello, pero los temas son apasionantes y de muchos de ellos hablo a menudo con mis colegas; ha sido muy difícil seleccionar y quedarme con estos para la cita textual porque los tópicos son inmensos y las citas en esta reseña representan apenas el 0,1% del total del libro, para que se hagan una idea. También creo que me puede servir el reseñar de forma tan extensa para que capten el tono conversacional del libro, que es uno de los factores que lo hacen ameno de leer, original e interesante—:
—Una cosa está clara. La diversión del futuro pasa por ahí [los videojuegos]. Lo pensaba también el otro día, viendo la peli de Tintín. Sólo es cine porque lo proyectan en cines. Por lo demás, nada tiene que ver con el cine. Impresionante. Lo que hay, y lo que viene. Lo que antes hacían (hacemos, aún) los novelistas y luego, o a la vez, la gente del cine, ahora lo harán ellos. Creo. Esos pavos que inventan tales cosas son unos genios. Creando mundos alternativos. Mundos virtuales al alcance de cualquiera. El cine convencional y la literatura están listos de papeles. Pronto serán lujo de especialistas, de exquisitos, de frikis. Es lo otro lo que va a arrasar. Se llame como se llame. Si fuese un novelista joven, con treinta o cuarenta años, procuraría reciclarme a lo que viene. Y estaría muy preocupado. Estaría inquieto por si mi trabajo interesaría a alguien en el futuro. Menuda angustia, pensar si los dos años de trabajo necesarios para una novela o una peli iba a compensármelos económicamente alguien. De una parte, un mundo virtual atractivo y fácil, que va a secuestrar a los que ahora son lectores y espectadores. De otro, sobre los últimos restos del naufragio cultural convencional, piratería salvaje so pretexto de que la cultura debe ser gratis. O sea, que un cineasta, músico o escritor deben trabajar dos o más años de su vida para que otros lo disfruten gratis. Y él, acogerse a las subvenciones oficiales, supongo. O a la beneficiencia. O a la prostitución propia. Trabajar, en fin, por amor al arte y a la Humanidad solidaria y generosa. Creo que eso no lo hemos resuelto todavía. Grave confusión: cultura libre de fácil acceso y cultura gratis. Menos mal que a mí ya no me pillan en eso. Soy algo mayor. Me escapo por los pelos. Prostitución incluida. Muy mal se tendría que dar para que esto de las novelas y los lectores que uno tiene no aguante algunos años más. Por eso digo que, si fuera joven, buscaría otros registros. Métodos más eficaces que permitan trabajar y vivir del trabajo. Trabajar para empresas de videojuegos, por ejemplo. Amor virtual, aventura virtual. Ir a buscar lectores allí donde están ahora. Dentro de pocos años, lo que no pase por esta pantalla que tengo enfrente no existirá. Supongo que porque ya no mereceremos que exista. Que ésa es otra.
—@Maite_1981: Trabajar gratis no, pero que los libros tengan un precio más asequible yo lo agradecería.
—Las librerías están llenas de libros asequibles. Y las librerías de viejo, más. Dese una vuelta por la cuesta Moyano, Madrid, con el precio de una caña en el bolsillo. Podrá llevarse dos o tres libros, si quiere.
—Es tan simple que aterra tener que explicarlo. Si un creador no gana para vivir, no creará.
—@faengozu: «Lo que se hace por amor no se debe cobrar».
—¿Y quién le dice a usted que los novelistas escriben por amor a la literatura?… Todos los que conozco son profesionales. Escriben porque les gusta su trabajo, pero también para vivir (…). Algunos, pocos, hemos tenido mucha suerte. Vamos cómodos. La mayor parte lucha por lo justo. Se deja la piel.
—Otra cosa es que haya autores de cine, novela o lo que sea, que no interesen a nadie. R. L. Stevenson decía algo así: «Hay gente empeñada en contar cosas que no interesan a nadie, y encima pretenden que les paguen por ello». Pero si algo interesa a alguien y ese alguien paga por ello, es normal. Es la vida. (…).
—@tomaspz: La cuestión es: ¿ganar para vivir dignamente o para hacerse millonario?
—¿Usted no se haría millonario honradamente si pudiera?… Pues a eso aspira cualquier escritor. Quien lo niegue, miente. En realidad a eso aspira cualquiera. Aunque algunos le quiten lo de «honradamente». Cuando oiga a un novelista decir que quiere que lo lean pocos y selectos, o es un embustero o es un imbécil. O ambas cosas a la vez.
(…)
—@BellGuillermo: Durante muchos años no fue a firmar. ¿Por qué el cambio?
—Lo habían convertido en una competición. Ganador: fulano, mengano. Era vergonzoso. Y yo no iba a competir con nadie. Cambió el tono. Y los tiempos son malos. Para libreros y autores. Yo no me quejo de lo mío. Pero es bueno ayudar y ayudarse.
(…)
—@Lex_OD: Lo que daría yo por trabajar solo seis horas. No se queje.
—Querida amiga, parece creer usted que mi trabajo consiste sólo en firmar seis horas una vez al año. Es una forma simpática de ver las caras a los lectores. De escuchar el retorno de tu trabajo. De corresponder en una pequeña medida. Un saludo.
(…)
—@jmz__: Gracias por poner «sólo» con acento.
—Pondré «sólo» con tilde hasta la tumba fría. Pese a la RAE y pese a quien pese.
—@ollanmar: ¿También está en contra de quitarla a los pronombres demostrativos?
—En los pronombres demostrativos, antes muerto que sin tilde.
—@ollanmar: ¿Y a «guion» y a «truhan»?
—Con tilde, claro. Digan lo que digan en la RAE. Usted ni pajolero caso. Con tilde.
—@franmaop: Pero tú eres académico.
—Pues con esa autoridad, si es que el hecho supone alguna, se lo digo.
Yo llegué bastante después que Arturo a esa gran red social que es Twitter y que ahora Donald Trump parece querer silenciar —en la última cita que extraigo del libro, más abajo, el maestro ya hablaba de algo parecido— (por cierto, ¿se imaginan que hubiera en el siglo XXI un Hitler como presidente del país más poderoso del mundo? Daría para una novela. De terror, me temo. Ahí dejo la idea por si alguien se anima, yo estoy en otros proyectos y no puedo). Si no me falla la memoria, sería en 2014 o 2015 cuando me hice mi cuenta. Y lo hice de la mano del lanzamiento de mi primera novela —pero no vamos a hablar aquí de eso; procuro no hablar de mi obra en las reseñas que hago, solo que en este caso fue así como entré en esta red social y no quedaba más remedio que referirme al hecho, pero ni el título nombro—. Ni siquiera recuerdo lo que puse en mi primer tuit. Tampoco domino esa red como lo hace Pérez-Reverte, ni de lejos. Sin embargo disfruto con ella y conozco algo de su funcionamiento. Por eso me sorprende muy gratamente la forma de seleccionar, clasificar y engarzar los tuits escogidos para este libro, La cueva del cíclope. Un trabajo titánico, sin duda, en el que destaca esa habilidad para organizar todos los mensajes en un orden adecuado, por temáticas afines y obteniendo, con la dificultad que ello conlleva, una conversación fluida y natural muy bien lograda. Me quito el sombrero ante el responsable de dicho trabajo, Rogorn Moradan. A continuación he seleccionado algunos ejemplos más de charla, esta vez sobre sus libros, para abrir el apetito y que os decidáis a leer La cueva del cíclope (ojo, en este caso yo también me he permitido cambiar el orden en algún momento de las citas) —me centro solo en Alatriste y El pintor de batallas porque si: porque me gustan mucho ambos y porque si no saldría una cita larguísima, como la anterior o incluso mayor—. Ahí va:
—Alatriste produce un placer especial. Reencuentro con viejos amigos y viejos lances. Sumergirse otra vez en un mundo y un habla singulares. Mesas y suelo llenos de libros y mapas extendidos. Italia en el XVII, Venecia, Milán. Viejos botines útiles ahora. Lo bueno de agosto es que no suena el teléfono. Diego Alatriste lo agradece mucho y engorda, lustroso como lechoncillo cebado. Creo. Ahora comprendo que tenía nostalgia de la última vez. El placer aún durará cuatro o cinco meses, imagino. Espero saborearlo sin prisas.
(…)
—@ashbitelel: Buenas, don Arturo. ¿Alguna vez recordará Angélica de Alquézar el nombre correcto del capitan Alatriste? Me mata de risa.
—No creo. En realidad es un guiño a Bianca Castafiore, que nunca recuerda el nombre correcto del capitán Haddock. Bartrok, Harrock’n roll… En Stock de coque era yo quien lloraba de risa. Hace treinta y cinco años. No pude resistirme a homenajear a los viejos amigos. Angélica-Castafiore. Curiosa conexión, ¿no?… Eso es la literatura. Conexiones. (…).
(…)
—@geonunez: Por cierto, maestro, ¿existe la tumba de don Diego?
—Alatriste yace en Rocroi. Fosa común. Los verdaderos héroes siempre acaban en una fosa común. Anónima.(…)
—Liquido capítulo 7 del amigo Alatriste. Esta tarde he pasado al ordenador las últimas correcciones. Quedan 3 capítulos, creo. Por escribir. Es curioso este estado intermedio en el último tercio de cada novela. La historia ya existe, pero tu cabeza teje cosas que todavía no. Miras el montón de folios impresos y te dices que si ahora desaparecieras o renunciases, todo eso moriría ahí. Nunca sería, pese al año de trabajo que ya llevas hecho. No llegaría a ningunas manos, ni tendría existencia real jamás sin ti. Eres la delgada línea roja.
(…)
—En un Alatriste, alguien dice: «Ser español y lúcido aparejó siempre gran desesperanza». Si quieren esperanza y buen rollito, tuiteen con Paulo Coelho.
(…)
—@mexlo7: ¿Cuál cree que es su mejor obra?
—El pintor de batallas, creo. Pero eso no quiere decir que lo sea para cada lector. Cada cual tiene sus gustos. Sus mundos. Su mirada. Así que no se fíe de mi criterio. No quiero ser responsable de nada.
(…)
—Hace mucho que una imagen ya no vale más que mil palabras. Escribí El pintor de batallas precisamente sobre eso.
(…)
—@rachelgreen20: Yo lo pasé muy mal leyendo El pintor de batallas y todavía me duele al recordarlo. Me dejó usted hecha polvo.
—Pues no vea yo, que lo escribí. Y antes me lo calcé entero durante 21 años. Pero estoy contento con ese libro. Mucho. Nunca fui tan sincero como en esa novela. Y no volveré a serlo.
Sí, porque todo el libro es eso, como decíamos, una conversación, un diálogo continuo sin mayores prebendas que la de identificar al autor de cada mensaje dirigido a don Arturo con su nombre en la red social de Twitter: @loquesea. Cualquier profesor de un taller de escritura recomendaría alternar diálogos con prosa y lo justificaría con un montón de argumentos literarios sobre el canon, la calidad, etcétera, pero claro, eso puede estar bien para una novela al uso. La cueva del cíclope no es eso. Por algo se subtitula Tuiteos sobre literatura en el bar de Lola (2010-2020). Desde luego que no se puede considerar una novela al uso, insisto. De hecho, yo no sé muy bien cómo clasificar este libro —ese defecto que tenemos los putos virgo de catalogar y sistematizar todo— y he optado por considerarlo entre el ensayo —que no lo es— y la biografía —que tampoco—, pues de alguna forma te acerca, parcialmente, a conocer a Pérez-Reverte. Al literario al menos. Que, por cierto, que yo sepa, nadie ha escrito aún una biografía de don Arturo en profundidad —salvo sus propios libros Territorio comanche y El pintor de batallas que él mismo considera autobiografías noveladas, como ya adelantaba en la cita anterior; tal vez si algo más se acercara a dicho género sería Las reglas del juego de Arturo Pérez-Reverte, de Alexis Grohmann, y tampoco, la verdad—. El primero que lo haga se forra. Pero eso es otro tema. Os decía que en un taller de escritura nadie recomendaría usar solo el diálogo como técnica narrativa. Hasta en alguno de los Diálogos, de Platón, como el de «Protágoras» se entremezcla en algún momento la prosa. Sin embargo, los diálogos en una narración agilizan, entretienen y proporcionan amenidad al texto y en esto consiste La cueva del cíclope, en lo que pudo haber sido una grata conversación entre amigos en un bar, una tertulia en la que algunos personajes, sin importar cómo viste o si son altos, bajos, gordos o flacos, se sientan alrededor de la mesa de mármol —al estilo de los antiguos cafés culturales— que ocupa don Arturo y, además, otros muchos participan desde las mesas vecinas y la barra, mientras entran y salen nuevos parroquianos que, durante su estancia, a veces breve, a veces larga, también aportan su granito de arena al diálogo. Una gozada, una maravilla de tarde bien echada con amigos —y algún cafre que también se cuela—, charlando sobre lo que nos une y apasiona: la literatura. Y además, con esta contundencia —para compensar la longitud de las anteriores citas, esta es más cortita, pero potente, o al menos a mí me lo parece—:
—@raahben: ¿Por qué cree usted que determinadas personas tienden a menospreciar aquellas obras denominadas como best sellers? Gracias.
—Porque no saben que bes sellers son la Biblia, Los tres mosqueteros, el Quijote, La montaña mágica, Rojo y negro, El nombre de la rosa… Tampoco saben que tan difícil es escribir uno de Agatha Christie o de Ken Follett como uno de García Márquez. Si no, que lo escriban.
(…)
—@MabelCaballeroH: Si escritores y cineastas siguen considerando #Twitter como la barra de un bar, tendrán problemas. @Vigalondo es otro caso.
—Es que Twitter es y debe ser la barra de un bar. Aunque haya imbéciles y malintencionados que se empeñen en fastidiarla. Yo no pienso dejar la barra hasta que cierren el bar. Para medir mis palabras ya tengo las entrevistas en prensa. Son los idiotas que llevan charlas de bar a titular de telediario los que acabarán asustando a la gente. Reventando Twitter. Y al final esta estupenda herramienta de contacto será un convento de monjas prudentes y la puntita nada más. Los mismos tuiteros deberían ser conscientes de eso. O semos, o no semos.
Leer este libro se convierte en algo así como asistir a un curso abreviado de literatura —bueno, no tan breve, que el formato electrónico engaña: calculo que impreso en papel sería más gordo que mis libros de literatura del bachillerato juntos—, solo que muy dinámico y entretenido gracias al formato conversacional del mismo. Una tertulia en la que no solo participan admiradores de Pérez-Reverte, también se cuelan, como dije, algunos profesionales del insulto y el troleo tratando de faltar al respeto. Porque hay de todo en la viña del Twitter y muchos pajaricos revoloteando y picoteando los granos más jugosos de los mejores racimos. Por eso mismo, también en esta obra encontramos ese nuevo lenguaje que nos ha traído Internet con sus redes sociales y sus nuevos usos de la lengua, muchos ya aceptados por la RAE, de la que es miembro don Arturo.
No quiero terminar la reseña sin hablar de la estructura del libro. La tertulia aquí recogida está dividida en cuatro temáticas: primero, el maestro habla con sus amigos sobre literatura en general, ya saben, el Quijote, Joseph Conrad, la Biblia, etcétera. Después se adentra en la propia obra de Pérez-Reverte, comentando sus libros en función de lo que el respetable le pregunta o dice. En tercer lugar, los tuiteos recogidos se refieren sobre todo al oficio de escribir, manías, costumbres, etcétera. Y, por último, aunque ya salen algunas en otras partes, sobre todo en la primera, vienen las recomendaciones del maestro para que los ávidos lectores como yo o como usted, a veces perdidos o dudosos en el maremágnum de novelas y libros al alcance de nuestras manos, tengamos una posible ruta —siempre opcional, nunca obligatoria— por donde navegar.
En fin, La cueva del cíclope tal vez no sea «la» joya literaria del año, aunque sí es «una» joya sobre literatura perdurable en el tiempo —lo que a mi modo de ver, muchas veces es preferible—. Es, por tanto, un libro que merece la pena leer, y leerlo despacio, no como yo, que lo he leído a mi velocidad normal con la vista puesta en escribir esta reseña. Pero ahora, ahora que la he escrito, lo voy a volver a coger desde el principio y lo voy a releer como merece, saboreándolo, paladeándolo, gozándolo… porque no solo es un libro denso, repleto de información a procesar —o reprocesar en la mayoría de los casos—, también es un libro intenso, como un buen café —a quien le guste el café, claro—, lleno de matices y aromas tan evocadores como prometedores y con algunos momentos memorables y legendarios de Twitter. Seguramente habrá pocas obras mejores para poneros al día en literatura en un solo volumen, aunque eso sí, desde la perspectiva de Pérez-Reverte, que tiene sus gustos y preferencias, como cada hijo de vecino tenemos las nuestras, tan respetables las unas como las otras. Espero que lo disfrutéis tanto como yo. Y ahora, para cerrar esta reseña, como haría don Arturo:
Clic… ¡Esperen!
EXTRA: SOPA DE LETRAS LITERARIA
Ah, perdón. Clic otra vez (esto a veces también lo hace don Arturo para regresar a dejar un último recado antes del «clic» definitivo, salvando las enormes distancias y abismos, claro, que no pretendo copiarlo, solo juego con la reseña y la temática del libro).
Os dejo por aquí una sopa de letras basada en este libro y con mensaje oculto. Podría haber metido muchas más palabras, más nombres de autores y recomendaciones, sobre todo, pero el pasatiempo se habría hecho inmanejable en tamaño y condiciones (ya es de por sí un poco excesivo en tamaño).
(NOTA: tenéis más pasatiempos literarios y sopas de letras sobre Pérez-Reverte, Cervantes, Bécquer, Jorge Manrique y otros autores pinchando aquí).
Mecánica del juego
Como en toda sopa de letras os proporciono unas palabras que tenéis que encontrar en el maremágnum de letras tanto en vertical, como en horizontal o diagonal.
Mensaje oculto
Una vez resuelta la sopa de letras, si leéis todas las letras que no están rodeadas por vuestras elipses os encontraréis con un texto del propio Arturo Pérez-Reverte, en este caso el texto de uno de sus tuits más famoso.
Descarga
Por si preferís trabajar en papel, podéis pinchar aquí para descargar la sopa de letras en PDF.
Sopa de letras
Aquí os dejo las palabras a buscar y, a continuación, la sopa de letras propiamente dicha:
Nota: Una pena que no me cupo la palabra «Guardia» (por El tango de la Guardia Vieja) pero no había manera de cuadrar todas las palabras y que además se mantuviera íntegro el mensaje oculto de don Arturo Pérez-Reverte.
Ahora, como siempre… ¡A jugaaaar!
Solución
También, como siempre, os dejo la solución de la sopa de letras para que la podáis descargar y comprobar si está correcta.
Pincha aquí para descargar LA SOLUCIÓN en PDF.
NOTA: tenéis más pasatiempos literarios pinchando aquí. Otras sopas de letras pinchando aquí. También podéis resolver citas misteriosas y crucigramas literarios pinchando sobre la palabra correspondiente o usando el menú de mi página web, desplegando la sección de Animación a la lectura y eligiendo el tipo de pasatiempo que os apetezca.
Y ahora sí. De verdad. Al estilo Revertiano. Clic.
Ficha técnica:
Editorial: Alfaguara
ISBN: 978-84-20454788
Edición: Primera edición
Formato: Digital
Género: Ensayo dialogado. Más o menos. Tampoco es una biografía, pero le da un aire.
Traducción: No procede
Este lo tengo pendiente. Fueron no pocas tardes de domingo, en el bar de Lola…¡Un saludo!
Pues ya va tocando rememorarlas. Un abrazo