Los astrólogos de Abderramán II (personajes reales Mursiyya ETDY)

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Estaba documentándome para otra novela y me encontré un artículo en el que se habla de la afición medieval por los horóscopos y la astrología. Y sí, efectivamente, esto afecta también a los personajes de «Mursiyya; El talismán del Yemení».

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En la corte de Abderramán II, emir de al-Andalus que, desde Córdoba, ordenaría, entre otras cosas, la fundación de la ciudad de Murcia (Mursiyya, o Mursiya, según el historiador que consultes), se gestó una fascinante generación de astrólogos durante el siglo IX.

Entre ellos estaba el poeta Yahya al-Gazal (hablo también de él en un artículo sobre Ziryab), que además de vate era un conocedor de la bóveda celeste y los movimientos planetarios y sabía interpretarlos para tratar de adivinar el futuro. Nada que no hagamos actualmente, en pleno siglo XXI.

No quisiera yo destripar demasiado algunas partes de la novela, así que si no la ha leído aún y tiene usted planes de leerla, aunque este artículo no se la va a estropear, quizás debería plantearse seguir leyendo. Dicho esto, continúo.

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Quienes la hayáis leído recordaréis cuando el presbítero cristiano Perfecto maldice al eunuco Nasr, augurando la cercana muerte de éste. Si bien aquello, más que una profecía, fue una maldición, un mal deseo expresado en el contexto de un proceso de ejecución, lo cierto es que no fue el único que predijo el fallecimiento de éste. También lo hizó Yahya al-Gazal, aunque, entiendo, sin ánimo condenatorio ni maldiciente.

Como poeta que era, el tal Yahya escribió unos versos en los que advertía de su predicción, hablando de la casa lunar en la que determinados planetas pasarían por las fechas de su muerte, cosa corroborada por astrólogos actuales con sus tablas astrológicas. El poema decía algo así como:

Decidle al eunuco Nasr, Abu l-Fath
que Saturno está en al-Nath.

No se traduce al-Nath para que se pueda apreciar la rima (Abu l-Fath es parte del nombre de Nasr). Aclaro, no obstante, que se trata del nombre de una mansión o casa (lunar en este caso), y que Saturno, junto a Marte sobre todo, se consideraban elementos de infortunio en la astrología árabe de la época. Esto, junto a otras consideraciones recogidas en los siguientes versos del poema (que no voy a reproducir aquí por no alargar demasiado el artículo), como el movimiento de retrogradación que tuvo poco antes Saturno y tras el cual volvió a avanzar en una creciente aceleración por la que desarrollaría una gran energía maléfica durante las fechas de la muerte del eunuco (además de que meses antes también hubo una conjunción planetaria entre Marte y Saturno, ¿recuerdan? los dos planetas malignos), nos conduce a interpretar como un acierto la predicción del poeta astrólogo. Tan solo falló en unos meses, pues él pensaba que sería en verano y fue poco antes de la primavera.

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No cuento aquí el año en que todo esto sucedió, ni detalles sobre cómo fue aquella muerte, por no quitarle emoción a la lectura de «Mursiyya; El talismán del Yemení». Por contra, quien no la haya leído tendrá un acicate más tratando de encontrar el momento en el que esa predicción pudo producirse y, al leer los pasajes aquí intuidos, sentirá la satisfacción de haber encontrado un pequeño tesoro de entre los muchos que se esconden en sus páginas.

La astrología en el siglo IX

Además de hablar de estos personajes de mi novela, aprovecho para aclarar algún aspecto sobre la astrología del siglo IX, más allá de mi obra.

Si bien, como he dicho antes, en época de Abderramán II se cultivó ampliamente en el mismísimo ambiente palaciego de gobierno, después de su muerte, cuando le sucedió el emir Muhammad I, esta práctica cayó en desuso manteniéndose, si acaso, de forma muy vestigial.

Abd al-Wahid ibn Ishaq al-Dabbi

El muchacho que da título a este apartado del artículo es prueba de ello, pues fue ejecutado por Muhammad I al poco de llegar al poder. Lo curioso de esto es que, además de haber predicho en su momento la muerte de Hisham I (que moriría a finales del siglo anterior, pues era el abuelo de Abderramán II y bisabuelo de Muhammad I) predijo su propia e inevitable ejecución. Esto daría para un buen relato, desde luego (aunque seguro que ya está escrito por ahí).

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Eso sí, no parece que haya pruebas de que se dedicase en demasía a la astrología, ese no era su fuerte. Más bien, el tal al-Dabbi era una especie de adivino, como un mago, por así decirlo.

Y ya con esto acabo por hoy. Si quieren ustedes saber más les remito a un artículo que habla de todo esto y mucho más. Se titula «Cuatro horóscopos sobre muertes violentas en al-Andalus y el Magrib» de Julio Samsó.

Fuentes bibliográficas

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